viernes, 22 de noviembre de 2013

CHRISTIAN FORMOSO



 


LOS COROS DESTERRADOS

II

Sentado llego al fondo de la casa
donde viví los días que no podré recordar.
Hay olores hermosos que se confunden
y hay cosas hermosas – como un viento –
que vienen y hablan.

Pero mi voz descansa entre hojas de rosales
que como niños florecen y mueren.
Alguna vez este lugar fue mío
y en algún otro lugar del tiempo sigue siéndolo.
Hay países de los que nunca debiéramos irnos.

Sentado llego hasta el fondo de la misma casa
me acompañan tantos muertos asomando en mis orejas
saliendo uno a uno y dando gritos tremendos
señalando el lugar donde fueron sacrificados.

Hay un solo llanto en el tiempo
y un solo hombre que llora.
Hay cosas hermosas como un viento
en mitad del Estrecho
y cosas que no pueden nombrarse
sin que nos abran los huesos.

Sentado en el fondo de la casa
o tendido como un muerto
escucho la tarde despegándose de la mañana
mientras la lluvia increpa las casas
y en el patio aparecen charcas
como costras diáfanas en las heridas de la tierra.

Quién pudiera asegurarme
si me hubiese detenido, en el tiempo
que aún estaría allá.

Pero ahora llego sentado hasta el fondo de la casa
con un coro de muertos en las orejas
con la palabra a cuestas, como una ojera
a preguntar por mi voz
la que olvidé entre hojas de rosales
mientras me lleva la tarde y me presenta la casa
mientras vuelvo
sentado, al fondo de ella
tendido como un muerto
limpio, como un desconocido.




LOS COROS DESTERRADOS IV


II

Quién recorre los años ahorcados en la tierra.
Quién mide la furia de días entregados a los enemigos.
Yo veo lo oscuro desde los pies del mundo
lo caliente desde la llama del polvo
imposible negarse después de llamar a la infancia:
la leche del miedo
imposible comer de esta boca
como si tratara del dolor de uno distinto.

Tiemblan las cosas sorprendidas en sus actos
de mí salen muertos mis anchos enemigos.

Madre, sé que esa leche te habitaba las venas
los miedos eran más altos alrededor de tu casa
el patio me miraba furioso y hacía ladrar sus perros.

Tal vez por eso fui quedándome hecho un ovillo
y se desprendieron de mí
todos los niños que añoraban otros pulsos.

Madre, sé que esa leche te habitaba
y que llamabas a Dios cuando creías verme muerto
pero yo estaba en un patio oscuro
Dios no podía verme
yo miraba un animal muerto a la orilla del río
tú llamabas a Dios
Dios no podía verme.

Y pensar que de piedras fueron armándose las tardes
de piedras torcidas en boca de los niños
piedras que llamaban al asombro
el temor de los rosales sorprendido en sus espinas.

De esas piedras y del río se hicieron las tardes
y del patio en su congoja redonda
y de animales que atravesaron ese trecho caliente
para caer tontamente dormidos a los precipicios.

Yo miraba mi lengua avizorando la lluvia
yo veía mi madre muerta y después no me veía.

“Madre tallada a hachazos” ¡qué es eso de Dios?
¿Es tan cierta la rama arrancada por tu mano furibunda?
¿Sigue siendo rama aún echada en sus escombros?

Madre viva, ahora escucho ese río hecho de tantos ríos
pero son todos los niños una oreja distinta.
Algunos, es cierto, oyen a Dios.
Yo no podía sino escuchar los corderos prendidos por la muerte
las piedras del terror agitándose de miedo.

Rondan las abejas sus sitios predilectos
y extraen cantando de ellos el oro de sus canciones.

Pero Madre
cómo saber que temblaba de miedo al conocer que temblaba
cómo entender que ese miedo era yo mismo
sonando en tu mano.

Yo miro un enfrentamiento terrible
yo veo morir un niño, lentamente, enfrentando una palabra.
Si no conociera su estertor, su ruego quieto, desorbitado
su miedo mudo.
Si no me hubiese visto yo mismo matando ese niño.
Yo vivo un enfrentamiento terrible.
Yo muero lentamente enfrentando una palabra.

Aguja destemplada del vértigo, abeja negra, agua del desorden
decid:
¿No son las caras que miran aquellas que contemplaban?
¿No son? ¿Aún cuando carguen sus nombres
la misma cítara de la muerte?

Dónde aúllan ahora esos rostros despedidos
dónde la penumbra en que se pierden
para ir y entrar en ella
aullando, como un fruto, celoso.

Madre, no eres la misma entonces
ni soy el mismo después de haber hablado.
Pero ahí estoy yo enfermo de celos en esa penumbra tuerta
dejad alguna vez que se detengan los partos
con qué gusto evitaría esa hora
y en qué placer espantaría esa aguja venenosa
que nos hizo así de tristes.

Yo quería cantar para quedar descubierto.
Yo, campo del océano, furor del relámpago
he mirado atrás para llorar con los matorrales
he visto días ahorcados y la furia de enemigos.
Me basta ahora saber que cantan
me basta el triste instrumento de su sentido.

Adiós, adiós
Nadie canta mejor que ellos mismos.
Adiós Madre
nadie canta mejor que tú y ellos:
............- El hombre es el fracaso

  
Christian Formoso: (Punta Arenas, 1971): Es Licenciado en Educación en la especialidad de Inglés por la Universidad de Magallanes, institución donde cursó estudios de post-grado en Educación. Realizó un Magíster en Estudios Hispánicos, mención literatura, en Villanova University, Philadelphia, EE UU. Autor, entre otros poemarios de El Odio o la Ciudad Invertida (1997); Estaciones cercanas al sueño/Los coros desterrados (Ediciones U. de Magallanes, Chile, 2003) Puerto de Hambre (Ediciones U. de Magallanes, Chile, 2005) y El Cementerio más Hermoso de Chile (Editorial Cuarto Propio, Chile, 2008). Entre otros reconocimientos ha obtenido la “Beca de Creación Literaria” del Consejo Nacional del Libro y la Lectura, en 1999; y el “Premio Binacional Literario Chileno-Argentino de la Patagonia”, versiones 1998 y 2000. Con Puerto de Hambre obtuvo el Primer Premio del Concurso Nacional “25º Feria Internacional del Libro de Santiago – Sismo Nacional” del Consejo Nacional de la Cultura y las Artes de Chile. Ha participado en encuentros nacionales e internacionales de poetas, siendo además gestor -como director de la Corporación Literaria “Patagonia Escrita”- de numerosas iniciativas de difusión de la literatura en la Región de Magallanes. Poemas suyos aparecen en: Al Tiro, Panorama de la Nueva Poesía Chilena (Ediciones Vox, Argentina, 2001) George Trakl; Homenaje desde Chile (Editorial Universitaria, Santiago de Chile, 2002) Antología de la Nueva Poesía Chilena (2ª Edición, Editorial Universitaria, Santiago de Chile, 2003), Cantares: Nuevas Voces de la Poesía Chilena (LOM, Santiago de Chile, 2004) y Muestra de Poesía Chilena Contemporánea (Hofstra University, N. York, EE UU, 2007). En 2008 obtuvo la “Beca de Perfeccionamiento” del Consejo Nacional del Libro y la Lectura, para abocarse al estudio crítico y actualización del libro Historia de la Literatura de Magallanes. Colaborador de la Revista Derrame.





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