ESPACIO DE LOS OJOS
Donde yo espero
Y la lengua estaciona esa claridad tuya
Y borra los sucesos de habitar
Y prolonga el tránsito de mi sangre
Dónde y para qué
El cabello
Su frecuencia y su estío sin contacto
Entre mis dientes el vértigo de acto y de ser
Oh mientras soy seguro y aguardo
Mientras derribo el antiguo velar
Salgo
Guío y mi calor se levanta entre aguas
Cada hora cada hora
Negra vida de sonido semejante a días
O pasos resplandecientes
Soy número y fin
Reposo y párpado iluminado
Tú decides el asilo del extraviado tiempo
Entre tibio morar y mano arrasada
Tú decides asimismo lo inexpugnable del miedo
Lo pavoroso de los huesos en sordo subterráneo
Sobre distantes armas
Sobre insectos rituales en la noche
Oh perdida lenta llama
Qué piel de piedra amarga o cortante sueño
Qué obscuro movible fondo de límite
Tú das metal abismo apenas al humo que oigo subir
Contiene sobre hierba sobre tiempo unido
Los ojos
El océano
Ojos tuyos gran puerta y lluvia para defender el eco
Ojos y viento nocturno inundado
Conciencia espacio íntimo del relámpago
Vamos con una voz y un beso vegetal
Miro en la dirección del rayo
A devorar mi propio mar
A pregonar la propia línea nevada y a punto de latir
Miro en la dirección del rayo
Pero sólo veo la sed viva de tus ojos.
HELADA VOZ
Que vengan esos primeros sueños
Que vengan con su quemante copa de voces,
No los recordaré
Porque mi cara es otra, y ya no hablo.
Entre tantos afanes,
He deseado que lleguen;
Que llegue, porque sólo es uno.
Y quizás vaya conmigo, con su vida fija pegada a mi cuerpo
Como una piel transparente.
Pero ya no lo conozco:
He estado solo, cavando en mi arcilla.
Sale el habitante con su libro de horas
Y se va por entre las cosas,
Con una figura inanimada.
¿Recuerdo, recuerdo todo?
En la noche que brota de la respiración,
Besando el camino pegado a los muros transfigurados.
Todo es distinto.
Desesperado, me maldigo
Porque nadie pasa por mi lado,
Y el fuego se hiela entre los ciegos sonrientes.
¡Ay, cómo volver a poseerte, fuego obscuro
Que yo sabía hallar!
¡Cómo rodear de nuevo la tiniebla, sin tocarla,
Hasta caer en el confuso patio
LLENO DE SANGRE!
¿Será preciso decir alguna verdad siniestra?
Yo no puedo, mientras mis días sean sutiles
Como un espacio de esperas.
No puedo, porque me preocupa la santidad
Y acumulo méritos para seguir muriendo.
No puedo,
Porque las piedras de mi casa crecen cada noche
Y ya no sé dónde estoy.
Pero ¿para qué seguiré escondiendo la visión
A todos los ojos?
Ella se adelanta a mi voz
Y dice a todos mi nombre.
A todos calienta con su mano encendida
Y en el día escandaloso,
En el corro de las presencias enemigas
Me denuncia y me abandona.
¡Qué falso brillo se junta en la bajada!
¡Qué ambiguo ser atraviesa por nuestra imagen
Para apagar el último cirio!
Los sueños hechos por ajenos dedos,
Y la puerta que de pronto se abre
Para dar paso al agua,
Y el atardecer ancho y fijo como sordo tatuaje,
Todo esto es lo que va a quedar sobre mí
Cuando desde el pozo profundo
Sólo vea una luna terrible
Y nadie oiga mis gritos.
Que vengan con su quemante copa de voces,
No los recordaré
Porque mi cara es otra, y ya no hablo.
Entre tantos afanes,
He deseado que lleguen;
Que llegue, porque sólo es uno.
Y quizás vaya conmigo, con su vida fija pegada a mi cuerpo
Como una piel transparente.
Pero ya no lo conozco:
He estado solo, cavando en mi arcilla.
Sale el habitante con su libro de horas
Y se va por entre las cosas,
Con una figura inanimada.
¿Recuerdo, recuerdo todo?
En la noche que brota de la respiración,
Besando el camino pegado a los muros transfigurados.
Todo es distinto.
Desesperado, me maldigo
Porque nadie pasa por mi lado,
Y el fuego se hiela entre los ciegos sonrientes.
¡Ay, cómo volver a poseerte, fuego obscuro
Que yo sabía hallar!
¡Cómo rodear de nuevo la tiniebla, sin tocarla,
Hasta caer en el confuso patio
LLENO DE SANGRE!
¿Será preciso decir alguna verdad siniestra?
Yo no puedo, mientras mis días sean sutiles
Como un espacio de esperas.
No puedo, porque me preocupa la santidad
Y acumulo méritos para seguir muriendo.
No puedo,
Porque las piedras de mi casa crecen cada noche
Y ya no sé dónde estoy.
Pero ¿para qué seguiré escondiendo la visión
A todos los ojos?
Ella se adelanta a mi voz
Y dice a todos mi nombre.
A todos calienta con su mano encendida
Y en el día escandaloso,
En el corro de las presencias enemigas
Me denuncia y me abandona.
¡Qué falso brillo se junta en la bajada!
¡Qué ambiguo ser atraviesa por nuestra imagen
Para apagar el último cirio!
Los sueños hechos por ajenos dedos,
Y la puerta que de pronto se abre
Para dar paso al agua,
Y el atardecer ancho y fijo como sordo tatuaje,
Todo esto es lo que va a quedar sobre mí
Cuando desde el pozo profundo
Sólo vea una luna terrible
Y nadie oiga mis gritos.
QUE ES LO CIERTO
Qué es lo cierto?¿Qué es lo cierto?
La voz es un temor que devora.
La voz existe sin signos, sin fuego, como un desfiladero
natural en el seno del abismo.
En los días y en las noches, las horas nos engranan
como un mecanismo enigmático, como si lo inefable
resplandeciese y un escudo cubriera de estupor nuestro viaje.
Descubro que hay un mundo lleno de aguas aparentes
Que yo miro desde lejos, porque no sé romper el hilo
confuso.
Miro desde lejos porque hay mucha vida reposada, muchas
caras que denuncian las sordas campanas
Y ya no puedo soñar, porque creo:
Ni puedo esperar, porque levanto un sello, sólo uno
y cuento mis días ordenados en el arca.
Mis ojos son una marea animada por la turbación;
Mis ojos asidos a un calor que va quemando sus memorias
Desandando todos los duelos para quedar en extraña permanencia.
Pero grito, ardo, cubro de lágrimas mi desnudez sombría;
Y no hay mano que toque mi cabello ni quién conozca el
país en que desbordo mis cantos,
Ni pie que tiemble al contacto de la tierra.
Era el tiempo en que todas las puertas permanecían selladas
Y se podía ir y venir por el aire sin que un estertor
nos transfigurara en carne macerada:
Con una alegría rebosante y un sueño fijo o presentido,
yo huía sin saberlo;
Huía de un aceite que seguía mi rastro como diestro
perro nocturno, contaminando el vacío,
Y seguido a su vez por fieras avezadas en el mal.
Mi quimera entraba y salía del tiempo, estaba en su lugar natural,
Se nutría de hechos comunes, de años prohibidos, de
sales duras, sordas.
Y mi alegría se consumía adentro del reloj detenido en
un breve espacio negro que enseña la perseverancia.
En adelante, me dije, yo mismo seré el círculo y el árbol,
Yo mismo entraré en el silencioso nombre de las cosas.
¡Yo mismo! He aquí que hallo un cuerpo lacerado, que
sólo sabe temblar,
Un cuerpo polvoriento que cuelga de la sombra, fiel a
su unidad con la piedra de su origen.
¿Qué toca mi mano cuando tu mano toca el límite?
Ciego estoy, y nada me calma.
Oigo que un mar que me ama crece y crece, y será él
quien arrebate mi última tabla, sin saberlo.
Ciego estoy, y quiero ver la destrucción;
Quiero ver como se mezclan las semillas de estos hombres
que pasan sin rozarme.
Quiero ver la palidez de mis muertos, sus sienes sin
horas, sus caras fugitivas, permanentes, tristes,
Hacinadas en el corazón como una ruina que arde para siempre.
Vivo de un labrado antaño, de un detenido azar, de lo
que he dejado olvidado en los rincones.
Vivo debajo de las torres que mi memoria alza, conducido
por signos nefastos.
Gozo de un prefecto aire que hace castos mis dedos;
pero delante de mí se despeña la casa.
Hay una sima en que la resurrección debe tener su ventana,
la llama su prodigio y la muerte su manto perdido.
Gustavo Ossorio: (1912-1949). Poeta Chileno: Fue colaborador de la Revista "Mandragora". Autor de: "Presencia y memoria", (prologo de Rosamel del Valle), Imprenta Ahues, Santiago de Chile, 1941, "El sentido sombrio", (prologo de Humberto Diaz Casanueva) Imprenta Ahues, Santiago de Chile, 1941. "Contacto terrestre", Primera edicion en el Boletin Chileno-Arabe de cultura n 3, 1963, Segunda edicion en la Coleccion Revista Orfeo de poesia universal, Santiago de Chile, 1964. "Gustavo Ossorio, obra completa",(compilacion y prologos de Javier Abarca Medel y Juan Manuel Silva Barandica), Beuvedrais Editores, Santiago de Chile, 2009.
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